El verdadero poder

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Parte 1

Poder no es elaborar una ley que diga que los españoles pueden poner en sus documentos como lugar de nacimiento allá donde les hubiera gustado nacer y no donde nacieron, con el riesgo de que todos pongan que nacieron en Bilbao.

Poder no es firmar un acuerdo para que un inversor chino instale una fábrica de cisfordios en tu pueblo.

Poder es llamarte Ben Bernanke, presidir la Reserva Federal y decirles a los banqueros el 14 de septiembre de 2008 que no se molesten en acudir en ayuda de Lehman Brothers porque tiene tal cantidad de activos tóxicos que el rescate es imposible y que te hagan caso. 

De ese tipo de poder va el libro “Vencedores y vencidos. Un diario privado en tiempos turbulentos” de Lionel Barber, que fue editor del Financial Times entre 2005 y 2020. En ese período Barber tuvo ocasión de ver desde primera fila cómo se desarrollaban los grandes y pequeños dramas del poder global y él mismo tuvo ocasión de ejercer su propia cuota de poder. 

En nuestro país ha habido periodistas como José María García o Pedro J. Ramírez que han ejercido mucho poder.

Pero el poder que tuvo Barber está muchísimos peldaños por arriba. Imagínate que el príncipe heredero de Arabia Saudí, el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Elon Musk y Rishi Sunak desayunan leyendo tu periódico.

Imagínate que una información de tu periódico puede provocar que el euro se tambalee o que la confianza en la salud financiera de un país se erosione (las informaciones del Financial Times, que acuñó el acrónimo PIGS para referirse a los países del sur de la UE con problemas financieros en 2008-2010, contribuyeron mucho a empeorar nuestra imagen internacional y dificultaron la salida de la crisis). Imagínate que hay escándalos financieros o políticos que tú eres de los pocos que tiene las ganas y los medios para sacarlos a la luz. Imagínate que todos los banqueros de los principales bancos del mundo te leen antes de tomar una decisión. Todo esto y mucho más fue el poder que tuvo Barber durante esos años. 

Resulta apasionante que lo que hemos vivido en los últimos quince años trepidantes, te lo cuente alguien que lo vio desde la primera fila, “en silla de pista” que diría el periodista Miguel Ángel Aguilar en sus memorias, que comenté aquí.

Pondré un ejemplo: ¿cómo vivió Barber el inicio de la crisis financiera de 2008?

Desde la primavera de 2007 ya había indicios de que podría haber una burbuja financiera. Aunque no trascendiera al común de los mortales, que no suele leer el Financial Times, ya había quienes se hacían preguntas muy pertinentes: ¿se podía confiar en que las agencias de calificación evaluasen correctamente el valor de los productos financieros cuando:

a) eran los propios bancos quienes les pagaban para que realizasen la evaluación 

b) se trataba de productos muy opacos? La respuesta, cuando todo hubo pasado, era que de ninguna manera. Pero para entonces ya era tarde. 

Entre los visionarios que se dieron cuenta de que nos íbamos a estrellar, estaba el periodista del Financial Times Martin Wolf, que señaló que las condiciones monetarias habían sido tan favorables durante tanto tiempo, que se habían generado grandes riesgos sistémicos; justo cuando la mayoría creía que el mercado estaba en un momento excelente y se podía hacer dinero a espuertas, Wolf advertía que estábamos a dos pasos de la quiebra. Frente a la presciencia de Wolf, el CEO de Citigroup, Chuck Prince, expresaba desenfadamente lo que pensaban muchos financieros: “Cuando la música pare, en términos de liquidez, la situación se complicará.

Pero mientras esté sonando la música, hay que vestirse y salir a bailar. Nosotros seguimos bailando.” Lo que esta frase implica realmente es:

  • 1) Sí ya sé a nivel racional que esta bonanza no puede seguir, pero estoy haciendo tanto dinero, que no me puedo creer que se vaya a terminar;
  • 2) En todo caso, soy tan listo que sabré retirarme del juego justo un segundo antes de que se desplome el castillo de naipes. Spoiler: Prince no fue tan listo; perdió su trabajo poco después. 

A partir de agosto de 2007, comenzaron las noticias preocupantes: el BNP Paribas cerró tres fondos porque no podía estar seguro de su valor (agosto de 2007); el banco británico Northern Rock pidió financiación urgente al Banco de Inglaterra. El gobierno británico, es decir el contribuyente británico lo acabaría rescatando (septiembre de 2007); los inversores del Golfo y los chinos deciden ir al rescate de los bancos occidentales. Spoiler: nadie te rescata porque te quiere mucho y no piensa más que en tu bien (noviembre de 2007).

Entretanto, Barber se debatía entre la duda de cómo debía contar la historia el Financial Times. Si la exageraba, se le acusaría de fomentar la especulación y el pánico. Si le restaba importancia, más tarde le acusarían de no haber cumplido con su deber. Saber cuál era la línea correcta resultaba difícil cuando los banqueros y los políticos seguían insistiendo en que la crisis crediticia era manejable, mientras que muchos en otras partes del mundo, incluida Europa, pensaban que era un problema angloamericano y que no les alcanzaría. 

Para la primavera de 2008, ya casi era un secreto a voces en el mundo financiero que había serios problemas. Lo que cada uno entendiese por “serios” dependía de su grado de optimismo. O más bien de autoengaño. Para junio, muchos banqueros aún decían que la crisis era una simple cuestión de falta de liquidez temporal; por esas fechas Bernanke le reconoció a Barber que el problema era de solvencia. 

A medida que avanzaba el verano, crecía la impresión de que estábamos al borde de que ocurriese algo tremendo. Eso tremendo fue la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. La moraleja de su quiebra fue que la economía financiera había sido como un tren cuesta abajo y sin frenos, que no atendía a las advertencias que se le hacían. El peso de la codicia era mayor; los pasajeros estaban disfrutando del viaje, mientras que políticos y reguladores se autoengañaban pensando que lo tenían todo bajo control. 

Me gusta que Barber me cuente desde su posición privilegiada como vivió la preparación y el estallido de la crisis financiera. Es un tema que me interesa. El mundo nunca volvió a ser como antes. 

Emilio de Miguel Calabia

Director del Centro de Casa Asia en Madrid y Embajador en Misión Especial para el Indo-pacífico

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