Twitter, Meta y muchos más como agentes de daño (no de cambio).

El modelo de las startups que ponen la rentabilidad en el futuro eterno e inalcanzable y que viven de las rondas de inversión. Un negocio, una empresa, necesita ser rentable para ser sostenible, si no se logra eso pues hay otros formatos posibles previstos.

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Un modelo de negocios muy particular inició allá por los años 90s con el surgimiento de internet como pívot de relaciones sociales y de negocios. El modelo de las startups que ponen la rentabilidad en el futuro eterno e inalcanzable y que viven de las rondas de inversión.

Viven de crear expectativas tal que el valor de la acción suba, con pocas o ninguna base racional (negocio rentable).

En esta época en la cual los capitales han huido a refugiarse en otros activos la verdad ha quedado en evidencia: la postura de gurúes de sus CEOs y fundadores no alcanza para sostener una empresa.

No han encontrado un modelo de negocios impersonal que verdaderamente cree riqueza.

Todo es show: sin rentabilidad, con censura a usuarios, algoritmos muy nublados, estafa a los tenedores de acciones, grandes salarios y bonos y muchas frases mediocres que los aduladores consumen como si esos CEOs fueran grandes pensadores posmodernos.

Son más creadores de una cultura reduccionista, superficial y depredadora que creadores de riqueza y paladines del ejercicio de la libertad.

Frase de Elon Musk levantada por The Washington Post:

“En el futuro, para construir un Twitter 2.0 rompedor y tener éxito en un mundo cada vez más competitivo, tendremos que ser extremadamente duros”.

Esto significará trabajar muchas horas a gran intensidad. Sólo un rendimiento excepcional constituirá un aprobado”

Es una reminiscencia del esclavismo con palabras de época, parte de su práctica ancestral.

Queda claro que la época que vivimos es una propuesta (metamensaje) que hacen estos gurúes del siguiente estilo:

Pensamos hacerla rentable por medio de que dejes la vida aquí, el modelo de monetización es secundario (porque no lo encontramos).

Esta postura contrasta de manera brutal con cierta cuestión epocal de liderazgos más humanos, más cercanos.

Este contraste nos hace ver que lo concreto es que el liderazgo nunca antes fue tan pero tan malo, tan perverso, al menos en este modelo de las “tecnológicas”.

La forma en que se desvincula a los empleados es, quizás, el rasgo cultural más determinante para una marca empleadora. Es el momento de la verdad. Todas las buenas intenciones de construcción de una empresa deseada para trabajar se ponen en riesgo al momento de despedir, en realidad de expulsar.

Este momento requiere de dos pilares fundamentales: verdad y ternura.

Así se hace cuando hay una intención de cuidar a todos.

  • ¿Cómo han operado esas tecnológicas en ese sentido?
  • ¿Han aplicado la verdad? Sí.
  • ¿Han aplicado la ternura? No. Con un mail han despedido a miles.

El resultado de no aplicar la ternura, que equivale a tener una conversación única e irrepetible con cada ser humano, ha sido una serie de comentarios negativos no sólo para la marca, también para la industria.

Ya no serán empresas tan deseadas para trabajar en o con ellas.

Podemos captar entonces los rasgos culturales que parecen ser comunes al arquetipo “startups”:

Foco en las rondas de inversión, show personalista, el trabajador como objeto, ignorancia para encontrar rentabilidad, verdad sin ternura.

Esta práctica y cultura de las startups resulta una estafa, incluso en términos capitalistas.

Un negocio, una empresa, necesita ser rentable para ser sostenible, si no se logra eso pues hay otros formatos posibles previstos: una fundación, una ONG o similares

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